Introducción a la noción de máquina deseante en Deleuze y Guattari

Para entender la noción de máquinas deseantes tenemos que entender cómo esa noción va contra la centralidad del sujeto y del significante para entender los procesos de producción no solamente psíquicos, sino que a nivel de toda agencia de la materia.

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La desubjetivación como campo: ingresar a la atmósfera de Deleuze y Guattari

Un aspecto relevante a tener en consideración para comprender la noción de “máquina” en Deleuze y Guattari es la invitación que hacen estos autores a producir modos de pensar que se salgan de la lógica identitaria, basada en el par sujeto-predicado (“yo hago”, “el animal come”) en la que nuestro lenguaje común tiende a hacernos caer, y que trae un esencialismo a la base.

Desde ahí, la pregunta por la máquina no es identitaria (qué es), ni tampoco tiene que ver con los propiedades que le puedo atribuir a un sujeto desde una lógica de la significación (qué significa), sino más bien, es una pregunta respecto a cómo opera, cómo se mueve, cuál es el ritmo que tiene uno o varios cuerpos en interacción, en conexión. Se trata de ir siguiendo las transformaciones y devenires de ese o esos cuerpos.

En esta actuación para la película “El Hobbit, la desolación de Smaug” (2013), Benedict Cumberbatch no necesita saber qué es un dragón ni qué significa ser un dragón para encarnarlo, sino que cómo opera, cómo se mueve y cuál es su ritmo. Vale decir, es el proceso el que generará como resto, un sujeto.

Para ello, el actor tiene que estar atento a lo que acontece en el cuerpo y los movimientos y modos de funcionamiento que de allí se derivan, más que a, por ejemplo, qué significa la figura de Smaug en la trama del Hobbit, o incluso más que a lo que dice Smaug cuando habla. Además, tiene que pensar su cuerpo en relación al suelo, así como la velocidad de sus manos en relación a sus piernas, disolviendo, en el proceso, los límites entre interior/exterior y operando desde una lógica de ensamblaje. Desde esta perspectiva, la acción y quien la ejecuta están mutuamente implicadas.

Para Deleuze y Guattari, incluso cuando las máquinas producen enunciados, se los pensará siempre como enunciaciones colectivas, por más que parecieran adoptar la forma de un yo, la del individuo que los pronuncia.

Así, la invitación a una desbujetivación o una despersonalización tiene que ver con prestarle más atención:

  • A los acontecimientos más que a los objetos ya constituidos como tales,
  • Al modo en que uno o varios cuerpos se ven afectados en un devenir que los transforma,
  • A procesos más que a substancias aisladas y fijas

Es todo esto lo que está involucrado en una de las formulaciones con las que se inicia el Anti-Edipo:

“Qué error haber dicho el ello”

Página 11

Esto no es una metáfora: el problema del significante

Lo que Deleuze y Guattari llaman máquinas deseantes consiste, entonces, en los modos de existencia, más que en las esencias. Desde ahí, estamos siempre en medio de un proceso, una producción, una instalación ya llevándose a cabo antes de que nosotros aparezcamos allí. Cuando un sujeto aparece allí, es que el proceso se ha consumado, lo cual puede implicar o no también su consumo, su agotamiento y desaparición, su interrupción como proceso.

Así, el pensamiento deleuzoguattareano tiene que ver con multiplicidades y no con unidades, por lo que su preocupación radica en la multiplicidad de las relaciones y en su materialidad asignificante.

Ahora bien, multiplicidad no quiere decir colección: multiplicidad no es armar un conjunto de cosas y luego establecer una generalidad de acuerdo a la semejanza entre los elementos del conjunto. Si para llegar a las multiplicidades hay que salirse de la lógica del significante es precisamente porque, para Deleuze y Guattari, no hay que pensar las relaciones:

  1. En términos de su equivalencia con respecto a un criterio externo a la relación, o
  2. En términos de su semejanza (a se parece a b en tal o cual respecto) en virtud de una propiedad (o predicado) compartido.

Puesto que ambas operaciones reducen la singularidad de la relación a una generalidad que las homogeniza.

Por eso la crítica deleuzoguattareana al pensamiento metafórico:

“En todas partes máquinas, y no metafóricamente”

Anti-Edipo, página 11

Porque la metáfora se basa en una relación de semejanza, y no solo eso, sino que una relación en la que uno de los términos adquiere preeminencia por sobre el otro: es una relación de sustitución en virtud de la semejanza y la equivalencia.

Un ejemplo de la pintura: el pensamiento de Eugene Delacroix

"Eugène Delacroix, La Mort de Sardanapale" by Joaquín Martínez Rosado is licensed under CC BY-NC-ND 2.0
«Eugène Delacroix, La Mort de Sardanapale» by Joaquín Martínez Rosado is licensed under CC BY-NC-ND 2.0

Delacroix solía decir: “Dadme lodo y pintaré la piel de Venus, siempre que pueda pintar a su alrededor los colores que yo quiera” ( Parramon, 2019). Este modo de pensamiento conlleva pensar las relaciones por sobre el color como unidad: hay que pintar el lienzo todo al mismo tiempo y nunca por partes aisladas, ya que todos los colores interactúan entre sí y se modifican. Dos colores diferentes pueden resultar iguales si se rodean de otros tonos y viceversa. No solo hay que pensar en la influencia cromática, sino también en la intensidad de la luz y los límites entre colores (si son fundidos o nítidos).

Un mismo gris, por ejemplo, se percibe más amarillento cuando el fondo es violeta, más azulado si el fondo es anaranjado y más rojizo si el fondo es verdoso. Es decir, nuevamente, pensar desde una perspectiva de las máquinas, conlleva atender a las relaciones y al proceso y no a unidades.

Asimismo, Delacroix hacía énfasis en las relaciones entre colores y movimientos, más que en los contornos y en las formas.

De este mismo modo, para Deleuze y Guattari lo que importa son las combinaciones y recombinaciones, en conexiones siempre singulares, irreductibles a una generalidad previa a la operación experimental de construcción de esas relaciones. Por ello, no se trataría de encontrar significados ni de hacer juegos meramente lingüísticos, en los que no haya una experimentación con las partes y sus vínculos. Desde ahí, no van a importar tanto los términos en relación, sino que la relación misma, ya que reducir la relación a los términos nos lleva de vuelta a un pensamiento del sujeto y de su objeto o del sujeto y sus predicados, sus propiedades.
Mientras que pensar la relación implica ver cómo es que la relación transforma a los términos que entran en ella. Se trata allí de un proceso sensible, y en sí mismo inacabado, de construcción recíproca.

Así, cuando Deleuze y Guattari dicen que todo es máquina y no metafóricamente, están diciendo que todo es proceso y relación. No hay nada fijo de manera absolutamente estable, y nada se reduce a individuos ya constituidos de modo definitivo.

El proceso como producción y, al fin, las máquinas

Es en todos estos sentidos que los autores proponen que el inconsciente no es expresivo, sino que productivo. El inconsciente es un proceso de producción de relaciones. Y el inconsciente mismo es lo que se produce en tal proceso: autoproducción, pero no de individuos sino que de relaciones y de colectivos, es decir, de multiplicidades.

En eso Deleuze y Guattari van contra una tradición psicoanalítica que había pensado al inconsciente en términos de un contenido oculto que había que revelar, o que tenía que expresarse en otro contenido, de carácter manifiesto, conciliable con la conciencia. Entender al inconsciente como proceso implica, en cambio, pensarlo como no acabado, irreductible por tanto a un contenido fijo, cerrado, que puede ser reproducido lingüísticamente en la consulta del analista.

Así, el inconsciente como proceso, el deseo como proceso, se vuelve, para Deleuze y Guattari, coextensivo a toda la materia. Materia pensada como flujos que se escapan constantemente de la representación. Materia deseante que lo primero que busca es producir conexiones. En eso consiste lo real.

A partir de ahí, si es que podemos hablar de una “ontología” del Anti-Edipo, esta tendría que ser considerada una ontología maquínica. Es decir, una ontología en la que lo que hay, son máquinas. Máquinas que se conectan entre sí sobre una gran superficie material de flujos, sobre la cual establecen cortes de esos flujos, y al mismo tiempo los hacen pasar, circulando de una máquina a la otra. Sobre esa superficie, y luego de un proceso repetitivo de conexión de una máquina con otra empiezan a surgir ciertos círculos de convergencia en torno a dichas máquinas. Es decir, los mismos procesos de conexión pasan por los mismos lugares de la superficie ocupada por las máquinas.

Referencias

  • Deleuze, G. & Guattari, F. (1972/1985). El Anti-Edipo
  • Parramon, E. (2019). Luz y color. Método para aprender, dominar y disfrutar los secretos del dibujo y la pintura.

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