
De lo cerrado a lo abierto
Cuando Elias Canetti habla de un estallido de las masas más allá de los límites configurados por los espacios cerrados en que circula habitualmente la actividad social, dice que “tiene sentido cada vez que la masa quiere recuperar su antiguo placer por el crecimiento repentino, rápido e ilimitado” (Masa y poder, p. 13). De manera que, lo relevante para Canetti en este estallido, entendido como “la repentina transición de una masa cerrada a una abierta” (p. 13), más que el fenómeno expansivo, espacial, que se percibe frecuentemente desde el exterior, es el aspecto interno que “le corresponde”, vale decir, justamente esa insatisfacción ante “la limitación del número de los participantes” (p. 13).[1]
Por tanto, lo importante allí es lo que podríamos denominar crecimiento intensivo, del cual el crecimiento extensivo es un mero correlato externo. Es la potencialidad de ese crecimiento intensivo el que es sentido por la masa a punto de estallar, y que la determina a atraer hacia sí la mayor cantidad de personas. Es allí donde se juega “la decisión pasional de aclanzar a todos” (Canetti, Masa y Poder, p. 13).
Creemos que eso mismo puede aplicarse a cualquier sistema en interacción con un ‘exterior’. Así, la constatación de que una ciudad, una célula, “apartadas de su medio ambiente, mueren rápidamente” (Prigogine & Stengers, La nueva alianza, p. 165), tendría que ver, más que con una relación de exterioridad con respecto al ambiente, con las determinantes intrínsecas a la ciudad, a la célula. Eso es lo que hace que sean “una especie de encarnación, local y singular, de los flujos que no cesan de transformar” (p. 165). Y esto no es exclusivo de la naturaleza viva o social, sino que también se puede decir de la hidrodinámica, entendida como “la ciencia de los flujos y de las turbulencias” (p. 165), de la meteorología, como “la ciencia de la organización inestable de masas de aire en función de los flujos de materia y de calor” (p. 165), puesto que ambas describen a la naturaleza inanimada como “la sede de los flujos incesantes que la constituyen como activa y organizada” (p. 165). Podríamos agregar allí, «como la sede de los flujos que luego devendrán organización viva y social».
Un sentir intenso para todo sistema
En esta misma línea que vamos siguiendo, habría que señalar que el sentir que está involucrado en el estallido de la masa para Canetti, puede ser ampliado a todo sistema – gesto que vemos, por ejemplo, en el pensamiento de Whitehead. Lo cual, puesto en relación con lo dicho anteriormente, nos hace comprender que es la determinación intrínseca al crecimiento intensivo en un sistema la que hace necesario que ese sentir interno sea “integrable con los otros sentires” (Whitehead, Proceso y Realidad, p. 223). Y ese es “el proceso involucrado en cada sentir” (p. 223).
Así, lo que se juega en el estallido es un momento de aumento del flujo intensivo. Algo que, como hemos visto, no es contradictorio con la estabilización de un sistema, sino que puede ser visto como el impulso genético que lo lleva a constituirse como tal. Y el estallido mismo sería simplemente ese momento de retorno a dicha condición genética u originaria. Lo que implica, sin embargo, pasar por el desequilibrio. Y podemos decir que el sostenimiento de todo sistema es, en algún nivel, ese retorno constante al desequilibrio, ya sea para generar un nuevo equilibrio o para retomar un equilibrio anterior, el cual sin embargo, en este mismo sentido, es aun así, siempre nuevo.
Es solo desde ahí que podemos decir que la obtención de un sistema en equilibrio implica “protegerlo de los flujos que constituyen la naturaleza”, que es necesario “‘empaquetarlo’ o embotellarlo” (Prigogine & Stengers, La nueva alianza, p. 166). Algo que nosotros vemos más bien – siguiendo en esto a Deleuze y Guattari (Mil Mesetas) – como la necesidad de una prudencia al enfrentarse al desequilibrio que implican los flujos: conservar algo de forma, algo de organismo, de organización. En resumidas cuentas, para alcanzar el equilibrio se requiere hacer pasar los flujos, “encarnarlos”, pero con prudencia, estableciendo límites, pero que son siempre relativamente estables. Puesto que si se alcanza un equilibrio absolutamente estable, no se pueden volver a generar las condiciones singulares que dieron origen al sistema.
Lo social más allá de lo individual
Ahora, si volvemos aquí a la dimensión social implicada en el planteamiento de Canetti, vemos que no habría realmente un aspecto social separado de todos los otros ámbitos por los que hemos pasado. En ese sentido,como habría planteado Tarde (Monadología y Sociología), todo se vuelve social. Lo cual no quiere decir que lo social sea homogéneo, sino que precisamente se trataría de cualquier asociación entre elementos heterogéneos (Latour, Reensamblar lo social). Tal como señala Latour, este es el sentido de la raíz socius. Desde ahí se puede hablar de ‘social’ siempre que haya una conexión o asociación entre cosas que no necesitan ser en sí mismas sociales. De esta manera, “cualquier tipo de agregado, desde los enlaces químicos a las obliagaciones legales, desde las fuerzas atómicas hasta los cuerpos corporativos, desde los ensamblajes psicológicos a los políticos” (p. 5) constituyen un lazo social. Sociedades celulares, sociedades atómicas, soceidades de estrellas, sistemas solares. Y lo interesante es que, según Latour, esta es
«la experiencia más común que tenemos al encontrarnos con el desconcertante rostro de lo social. Una nueva vacuna salió al mercado, se ofrece una nueva tarea laboral [job description], se crea un nuevo movimiento político, se descubre un nuevo sistema planetario, se vota una nueva ley, una nueva catástrofe ocurre» (p. 5).
Y si bien aquí Latour pareciera enfatizar el carácter de novedad involucrado en estos fenómenos (lo que nosotros hemos entendido como dimensión genética), el punto es también que en esos ensamblajes o agenciamientos entran elementos no-humanos en diversas relaciones con lo humano. Y cuando nosotros enfatizamos el carácter social que puede tener todo tipo de lazo (que es también el punto de Latour), es porque queremos ir más allá y decir que, no porque no haya humanos involucrados quiere decir que no hay un lazo social allí involucrado. A pesar de lo cual se mantiene el que cada vez, con cada nueva conexión, «Ya no estamos seguros respecto a lo que quiere decir «nosotros»; parecemos estar atados por «lazos» que no se ven como los lazos sociales regulares» (p. 5).
Lo que se deriva de aquí es la idea de que al entender como «social» solamente a un agregado o suplemento que permite ‘explicar’ un lazo o asociación, se está interrumpiendo un proceso en curso más que dando cuenta del mismo en toda su expresión potencial.
Para concluir, resaltamos que, en todo lo dicho, lo que está implicado es un ir más allá de lo individual. Esto en al menos dos sentidos:
- En un sentido epistemológico: Al entender que el abordaje del ‘objeto’ de nuestra atención solo es entendido como individual en tanto que le imponemos la configuración habitual de nuestra subjetividad, que tiende a la forma personal del yo.
- En un sentido ontológico: Al entender que la realidad del objeto mismo es preindividual, es multiplicidad, es masa, es multitud.
En ambos casos se trata de abolir el Uno, que es la forma de la identidad, y así pasar a entender todo proceso como una mutua mutación. Y eso es lo que vamos a entender por lazo social. Génesis no filiativa, sino que siempre de alianza.
Nos interesa, en todo esto, la noción de proceso, y en ello se reúnen el sentido ontológico y el epistemológico. Porque creemos que el Uno está del lado del resultado, del proceso ya acabado o interrumpido. Siguiendo a Latour, no nos interesa tanto lo que ya fue ensamblado, sino que los modos según los cuales los actores o los agentes se reúnen, cuando el conjunto social está aun en proceso. Y para ello hay que «seguir a los actores mismos», en sus innovaciones y en su novedad, para
«aprender lo que la existencia colectiva se ha vuelto en sus manos, qué métodos han elaborado para ensamblarla, qué explicaciones podrían definir mejor las nuevas asociaciones que se han visto forzados a establecer» (Reensamblar lo social, p. 12).
Lo cual pensamos – como a lo largo de este texto – para los distintos niveles de lo real: psíquico, biológico, químico, físico, técnico…así como todas las interacciones posibles entre esos niveles.[2]
Notas
[1] Señalamos de paso que para Canetti la masa nunca se siente “satisfecha” en su afán inclusivo: “Mientras exista un hombre no incluido en ella, muestra apetito. Que siguiese mostrándolo una vez incorporados en ella todos los hombres nadie puede afirmarlo con certeza, pero es incluso muy probable. Sus intentos de perdurar tienen algo de impotencia” (Masa y Poder, p. 14). Por otro lado, el mismo Canetti se refiere a la intensidad de la masa cuando se refiere a la formación de “masas dobles” una vez que el impulso inclusivo llega, por decirlo así, a su límite. Respecto a ese fenómeno dice Canetti que cada masa tiene su potencia, su fuerza, su intensidad, la cual mide con respecto a la otra, y El único camino en que tiene posibilidades de sobrevivir reside en la formación de masas dobles, “Cuanto más se aproximen éstas en fuerza e intensidad, tantas más posibilidades tienen de sobrevivir, confrontándose” (p. 14)
[2] El mismo Bruno Latour (Reensamblar lo social) se preocupa de señalar que este enfoque no es totalmente original de él, sino que tiene su antecedente en Gabriel Tarde, cuando este criticaba a Durkheim por haber abandonado la tarea de explicar realmente la sociedad al “confundir causa y efecto” y al reemplazar la comprensión del lazo social por un proyecto político que apuntaba a la “ingeniería social”. Contra Durkheim, Tarde sostuvo que lo social no era un dominio especial de la realidad sino que un principio de conexiones; que no había motivo para separar ‘lo social’ de otras asociaciones como los organismos biológicos o inclusive los átomos; que ninguna ruptura con la filosofía, y especialmente la metafísica, era necesaria para volverse una ciencia social; que la sociología era en efecto un tipo de inter-psicología; que el estudio de la innovación, y especialmente de la ciencia y la tecnología, era un área a desarrollar de la teoría social; y que la economía tenía que ser vuelta a hacer de arriba abajo en vez de ser usada como una “metáfora vaga” para describir el cálculo de los intereses. A lo que habría que agregar que para Tarde lo social sería un «fluido circulante» y no un «tipo específico de organismo» (p. 13), en la medida que es coherente con nuestra visión (inspirada en Deleuze y Guattari) según la cual lo social en sentido amplio consistiría en un flujo intenso, que al ser preindividual es también previo a la constitución de un organismo en particular.
Referencias
Canetti, Elias. Masa y Poder. (1981). Barcelona: Muchnik.
Deleuze, Gilles; Guattari, Félix. Mille Plateaux. (1980). Paris: Minuit.
Latour, Bruno. Reassembling the Social. (2005). Oxford: Oxford University Press.
Prigogine, Ilya; Stengers, Isabelle. La Nueva Alianza. (1979/1990). Madrid: Alianza.
Tarde, Gabriel. Monadologie et Sociologie. (1893). Paris: Alcan.
Whitehead, Alfred North. Process and Reality. (1929). New York: Macmillan.
