La alianza demoníaca

Partimos de la relación planteada por Latour entre los lazos sociales y el poder para pensar lo que Deleuze y Guattari concibieron como alianza demoníaca.

Witches’ Sabbath, by Francisco de Goya © Museo Lázaro Galdiano

Como dice Latour, “los grupos están siendo actuados [performed] ‘constantemente’ y […] las agencias están siendo debatidas ‘incesantemente’” (Reensamblar lo Social, p. 63). Y es en ese mismo sentido, nos parece, que Deleuze y Guattari plantean que las familias no dejan de “conjurar al Aliado demoniaco que las corroe, para reglar entre ellas las alianzas convenientes” (Deleuze & Guattari, Mil Mesetas, p. 303). Hay un tipo aberrante de alianza que hace que las alianzas ‘establecidas’ o convenientes tengan que ser constantemente negociadas. Esa alianza aberrante consiste en un vínculo entre heterogéneos, y en una cierta asimetría entre quienes así se enlazan.

Sin embargo, Latour habla de la asimetría en términos de poder y dominación, los cuales “tienen que ser producidos, inventados, compuestos” (Reensamblar, p. 64) en un proceso paralelo a la negociación de las alianzas. Y lo que nos proponemos es analizar en qué medida esa asimetría se corresponde o no con la que identificamos en la alianza demoniaca de la que hablan Deleuze y Guattari.

La pregunta por la asimetría y el poder nos surge a propósito de que Deleuze y Guattari dicen de la alianza demoniaca que se “impone” desde afuera, afuera que no podría ser pensado como previo a la alianza misma si queremos sostener el planteamiento de Latour del poder y la dominación como resultado del lazo social y no como algo presupuesto por el mismo. De esa manera, en la alianza demoníaca se trataría de una afuera que se produce al mismo tiempo que se establece la alianza. Vale decir, no puede imponerse como alianza sin que haya elementos que estén ya performando esa alianza en primer lugar. Esa es la paradoja de la alianza demoniaca. Y quizás es justamente lo que la hace demoniaca, monstruosa, en el límite entre lo humano y lo animal. Es la paradoja de la ley, que como plantea Derrida (Fuerza de ley), tiene su momento constitutivo siempre fuera de la ley. A pesar de que lo mismo se puede decir de lo que Deleuze y Guattari llaman alianza consentida, alianza conforme a una ley que, aún así, sigue estando constituida desde la ilegalidad, por más que sea una ilegalidad humana y ya no monstruosa.

Esta misma lógica paradójica es la que establecen Deleuze y Guattari respecto al incesto en El Anti-Edipo, lo cual, puesto en relación con el argumento de Mil Mesetas, nos lleva a pensar que es solo desde el punto de vista de la filiación que la alianza se ve ya sea como impuesta o como consentida. Es solo desde ese punto de vista que los poderes involucrados operan, entonces, como casi-causa, vale decir, como si fueran causa cuando en realidad son producidos junto a la alianza que se está llevando a cabo. Es solo por esa inversión que ya sea el monstruo o ‘la sociedad de hombres’ son ‘elevados’ al estatuto de poder.

La alianza demoniaca “es tan extranjera a la filiación, tan hostil a la filiación, que adquiere necesariamente posición de incesto (el hombre-animal está siempre en relación con el incesto)” (Deleuze & Guattari, Mil Mesetas, p. 303, n. 15). Mientras que, al contrario, la alianza consentida “prohíbe el incesto porque solo se subordina a los derechos de la filiación al establecerse precisamente entre filiaciones distintas” (p. 303, n. 15). Es decir, en un caso es la alianza la que prima, en el otro es la filiación: “El incesto aparece dos veces, como potencia monstruosa de la alianza cuando esta invierte la filiación, pero también como potencia prohibida de la filiación cuando esta se subordina la alianza y debe repartirla entre linajes distintos” (p. 303, n. 15).

Pero en ambos casos el carácter de «impuesto» o de «consentido» se debe a la naturaleza de la relación entre alianza y filiación. Y aun en el segundo caso, la alianza pareciera estar primero, en la medida que la prohibición del incesto es la única condición en la que la alianza puede subordinarse a la filiación, es decir, cuando está distribuida entre distintas filiaciones.

Esa es la potencia de la alianza como lazo entre heterogéneos: ya sea se impone, y subordina a la filiación, en un máximo de heterogeneidad; ya sea se ‘subordina’ a la filiación, pero bajo la condición de que las líneas de filiación sean distintas entre sí, que tengan un mínimo de heterogeneidad.

Creemos que este es también el punto de Latour al concebir el lazo social como asociación[1]: lo social es primero una conexión entre heterogéneos. Lo que busca lo social es generar alianzas, porque lo social es alianza. Y la alianza es por definición (dependiendo del nivel en que se la tome) entre heterogéneos.

Al mismo tiempo, la heterogeneidad pertenece por definición a la alianza. Mientras que en la filiación prima la semejanza y la identidad. Nuevamente, la prohibición del incesto es solo el resultado de la introducción de la heterogeneidad, de la diferencia, como aberración de la filiación misma. Mientras que el incesto de la alianza demoniaca es la aberración en sí misma. Es la ley que se presenta en su carácter aberrante, mientras que la prohibición es la ley olvidándose de ese origen monstruoso. Lo cual ocurre “cuando los hombres de las ciudades han vencido al monstruo y organizan sus propias relaciones” (Deleuze & Guattari, Mil Mesetas, p. 303, n. 15).

El tema de la relación entre los lazos sociales (que aquí estamos llamando con Deleuze y Guattari “alianzas”) y el poder, remite entonces a la naturaleza de la heterogeneidad de aquello que se enlaza, y con el lugar que puede tener allí o no la asimetría en el vínculo.  Esto hasta el punto que, si las alianzas tienen que ser constantemente renegociadas, es por una dificultad para mantener las asimetrías, para sostener duraderamente relaciones de poder, para reforzar lo desigual (Latour, Reensamblar). Dice Latour que “ se dedica mucho trabajo a sustituir constantemente los lazos, débiles y de rápida descomposición, por otro tipo de ligazones” (p. 66), porque de lo contrario el mundo estaría caracterizado por lo provisional, inestable y caótico. Instaurar y sostener asimetrías tiene el sentido de mantener un mundo estratificado, y eso requiere trabajo. Lo que quiere decir, para nosotros, que el poder y la dominación no son algo natural, algo ya dado de antemano.

Ahora bien, ¿cuál es el poder involucrado en la alianza demoníaca? Deleuze y Guattari (Mil Mesetas) hablan de toda una “política de los devenires-animales”, así como de una “política de la brujería”, para referirse a esta alianza monstruosa. Pero allí los agenciamientos ya no son los de la familia, ni tampoco de la religión o del Estado, precisamente porque la alianza demoníaca es ajena a la filiación, que es un factor constitutivo no solo del lazo familiar, sino que también del religioso y estatal (filiación con Dios o con el Déspota). Razón por la cual, como veíamos, la prohibición del incesto es la única manera en que la alianza puede someterse a la filiación.

En ese sentido, toda alianza es, en sí misma, demoníaca. Pero si no es la familia o el Estado, son los grupos minoritarios, oprimidos, prohibidos o rebeldes los que expresan este carácter intrínseco de la alianza. Son los grupos que están “siempre en los bordes de las instituciones reconocidas, tanto más secretos mientras que más extrínsecos, en resumen, anómicos” (Deleuze & Guattari, Mil Mesetas, p. 302). Puesto que la alianza es en sí misma un fenómeno de borde, un pacto secreto, un ‘fuera de la ley’ (lazo anómico).

De eso habla el devenir-animal como alianza, y si este “adquiere la forma de la Tentación, y de monstruos suscitados en la imaginación por el demonio, es porque se acompaña, en sus orígenes como en su empresa, de una ruptura con las instituciones centrales, establecidas o que buscan establecerse” (Deleuze & Guattari, Mil Mesetas, p. 302). Y es ese devenir-animal el que está en juego en la brujería. Del mismo modo que un devenir-mujer, como proceso que excede a la ‘identidad mujer’ tal como fue instituida por la hegemonía masculina,es un momento de la brujería, en el sentido que “es menos la mujer la que es bruja, que la brujería la que pasa por ese devenir-mujer” (p. 304). Dicho de otra manera, es la brujería en tanto que alianza aberrante la que pasa por un vínculo del humano con lo animal, así como por la mujer en su proceso de devenir. No es que el humano, el animal o la mujer estén de antemano en una posición privilegiada (de poder) que los habilite para llevar a cabo la alianza. Al contrario, es la alianza la que los pone en esa posición, siempre momentánea, que dura lo que dura la alianza. Y esa duración es la que da más cuenta del grado de su potencia que de su posición de poder.


[1] Dice Latour que “social, para la Teoría del Actor-Red, es el nombre de un tipo de asociación momentánea que está caracterizada por la manera en que reúne para generar nuevas formas” (Reensamblar lo Social, p. 64).

Referencias

Deleuze, Gilles; Guattari, Félix. Anti-Oedipe. (1972). Paris: Minuit.

Deleuze, Gilles; Guattari, Félix. Mille Plateaux. (1980). Paris: Minuit.

Derrida, Jacques. Force de loi. (1994). Paris: Galilée.

Latour, Bruno. Reassembling the Social. (2005). Oxford: Oxford University Press.

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