
Dicen Deleuze y Guattari en Anti-Edipo que Elias Canetti fue quien mostró cómo el paranoico organiza las masas, “las combina, las opone, las maniobra” (p. 332), es decir, el modo en que las maquina. El paranoico sería para Deleuze y Guattari “el artista de los grandes conjuntos molares, las formaciones estadísticas o gregariedades, fenómenos de multitudes organizadas. Inviste todo bajo la especie de los grandes números” (p. 332). Los autores hablan, a partir de allí, de dos direcciones de la física:
- la dirección molar, que va hacia los grandes números y los fenómenos de multitud,
- y la dirección molecular, que se hunde, al contrario, en las singularidades, sus interacciones y sus ligazones a distancia o de diferentes órdenes.
Y lo que explicaría al paranoico, sería la elección de la primera dirección. El paranoico es quien «se dedica a la macro-física» (p. 332). Mientras que el esquizofrénico es quien va en la otra dirección, la de una microfísica. El esquizo es quien se ocupa
“de las moléculas, en tanto que estas ya no obedecen a las leyes estadísticas; ondas y corpúsculos, flujos y objetos parciales que ya no son tributarios de los grandes números, líneas de fuga infinitesimales en lugar de las perspectivas de los grandes conjuntos” (p. 332).
A partir de ahí, lo que intentaremos hacer es ver si es que hay algo de los fenómenos de masa, tal como los describe Canetti, que pueden ser remitidos a la dimensión molecular del esquizofrénico, y si hay un modo propiamente molecular de entender a la multitud que puede extraerse de allí. Trataremos de hacerlo desde una vinculación con la microsociología de Gabriel Tarde.
La visión de lo social que tiene Tarde – que podríamos pensar como propiamente molecular o como una microfísica de lo social – consiste en no explicar los fenómenos sociales en virtud de una “supuesta supremacía” de una «ley de la evolución» que obliga a los fenómenos colectivos a reproducirse y repetirse a sí mismos indefinidamente, sino más bien explicar las semejanzas colectivas que se perciben a nivel del todo social en virtud de la reunión de «minúsculos actos elementales», vale decir, explicar lo más grande en virtud de lo más pequeño, el todo en virtud de la parte (Las Leyes Sociales). Dicho con Deleuze y Guattari: ocuparse de las ondas, corpúsculos, flujos y objetos parciales de lo social. La sociología de Tarde sería, en ese sentido, una sociología esquizo, o quizás, un esquizoanálisis.
A partir de ahí, vemos que para Tarde las fuerzas que mueven a lo social no son siquiera las personas, sino que “quantas de cambio”, que tienen su vida propia (Latour, Reensamblar lo Social). Y los mismos Deleuze y Guattari dicen, en Mil Mesetas, que Tarde se interesa más bien en el mundo del detalle, o de lo infinitesimal: “las pequeñas imitaciones, oposiciones e invenciones, que constituyen toda una materia sub-representativa” (p. 267). Y allí la polémica de Tarde con Durkheim tendría que ver con que se le reprochó a Tarde que lo que estaba haciendo era, en realidad, psicología, o inter-psicología, y no sociología. Lo que Deleuze y Guattari leen como la acusasión de reducir lo social a una interacción entre individuos. Pero lo que ellos observan es que no se trataría, en Tarde, de individuos, sino que de flujos. Así, cuando Tarde investiga fenómenos de imitación, de oposición o de invención, estaría investigando a la imitación como “propagación de flujo”, a la oposición como “binarización de flujos” y a la invención como “conjugación o conexión de flujos diversos”. Dice Tarde que cualquier producción social con ciertas características marcadas,
“ya sea un bien industrial, un verso, una fórmula, una idea política que ha aparecido un día en alguna parte en un rincón de un cerebro, sueños como los de Alejandro de conquistar el mundo, trata de multiplicarse en miles de millones de copias en todo lugar donde existan seres humanos y no se detendrá nunca excepto si es retenida por una producción rival tan ambiciosa como ella” (Monadologie et Sociologie: p. 96).
Ahí vemos resumidos los tres fenómenos sociales que estudia Tarde: hay una invención que busca propagarse (imitación) hasta que encuentra una oposición.
Ahora, es interesante que Canetti se refiera en términos muy similares a la masa:
“Es importante establecer de una vez por todas que la masa nunca se siente satisfecha. Mientras exista un hombre no incluido en ella, muestra apetito. Que siguiese mostrándolo una vez incorporados en ella todos los hombres nadie puede afirmarlo con certeza, pero es incluso muy probable. Sus intentos de perdurar tienen algo de impotencia. El único camino en que tiene posibilidades de sobrevivir reside en la formación de masas dobles, donde, después, una masa mide su potencia con la otra. Cuanto más se aproximen éstas en fuerza e intensidad, tantas más posibilidades tienen de sobrevivir, confrontándose” (Canetti, Masa y Poder, p. 14)
Así, y analizando esto en los términos de Tarde, podemos decir que la invención de la masa – que entendemos justamente como conjunción o conexión de flujos, en principio heterogéneos – busca propagarse a través de fenómenos de imitación, hasta que los flujos se binarizan resultando en una oposición de una masa a la otra.
“¿Y qué es un flujo según Tarde? Es creencia o deseo (los dos aspectos de todo agenciamiento), un flujo es siempre de creencia y de deseo. Las creencias y los deseos son el fondo de toda sociedad, porque son flujos, “cuantificables” bajo ese título, verdaderas Cantidades sociales, mientras que las sensaciones son cualitativas, y las representaciones, simples resultantes. La imitación, la oposición, la invención infinitesimales son, entonces, como quanta de flujos, que marcan una propagación, una binarización o una conjugación de creencias y deseos.”(Deleuze & Guattari, Mil Mesetas, p. 267)
Y en un artículo anterior (Estallido de las masas: El flujo intenso) ya habíamos planteado que lo que estaba en el origen o génesis del impulso inclusivo que guía a la masa, según Canetti, era el agenciamiento de un flujo intenso que es intrínseco a la masa. Nos parece que esto se podría entender justamente como un quanta de deseo. Puesto que Canetti identifica un deseo en la masa: “La masa siempre quiere crecer” (Masa y Poder, p. 23). Pero ese deseo de crecer no provendría de una ley evolutiva general, originada en una totalidad social más amplia, sino que sería un deseo intrínseco a la masa, que por su carácter intensivo y de flujo, podríamos pensar como molecular y no como molar.
Al mismo tiempo, esa sería la razón por la cual no se puede imponer un límite al crecimiento de la masa (Canetti, Masa y Poder). Puesto que toda imposición de límites se haría desde un ‘exterior’ a la masa, siendo que el deseo de crecimiento es interno a la misma. Todo límite resulta, así, artificial a la masa. Y si bien un límite – por ejemplo, un límite institucional – puede constituir lo que Canetti llama masas cerradas, “siempre es posible un estallido de masa y, de hecho, se produce de vez en cuando. No hay disposiciones que puedan evitar el crecimiento de la masa de una vez por todas y que sean totalmente seguras” (p. 23). Y podríamos pensar que eso es precisamente lo que teme el orden social imperante: el estallido de la masa.
Ahora, si volvemos a lo esquizo, se puede plantear que esa es la razón también por la que el capitalismo necesita producir al esquizofrénico como entidad psiquiátrica (Deleuze & Guattari, Anti-Edipo): no es solo generar masas cerradas a través de la institución, sino que encerrar lo multitudinario en el individuo institucionalizado. Hacer de lo esquizo un problema del individuo es un modo que tiene el capitalismo de controlar el estallido potencial de las masas. El esquizo está condenado, de ese modo, a vivir lo multitudinario únicamente en sí mismo. Y eso es lo que constituye su aislamiento, su alienación, su desconexión de lo social.[1]
Ese es el sentido que podemos dar a que Deleuze, en el curso Derrames, diga que “La producción del esquizo es la producción fundamental del capitalismo. Es un producto inconsumible” (p. 103). Puesto que allí lo inconsumible o inconsumable tiene que ver con que la producción del esquizo no pasa a consumarse en un agenciamiento propiamente social. Porque el proceso es interrumpido por la maquinaria y la institucionalidad capitalista.
Asimismo, cuando Deleuze, en el mismo curso, habla del fascismo como último código capitalista, nos lleva a pensar que la paranoia en tanto fenómeno de masas (siendo el fascismo una de sus expresiones más marcadamente políticas) sería un encauzamiento capitalista, abierto al campo social, del potencial revolucionario de la multitud. Y es en ese sentido que la paranoia es el polo opuesto de la esquizofrenia, entre los cuales fluye el deseo como proceso de producción.
Notas
[1] Hasta del paranoico Schreber dicen los mismos Deleuze y Guattari que “aglutina sobre su cuerpo a los pequeños hombres por millares” (Anti-Edipo, p. 332).
Referencias
Canetti, Elias. Masa y Poder. (1981). Barcelona: Muchnik.
Deleuze, Gilles. Derrames. (1971-79/2005). Buenos Aires: Cactus.
Deleuze, Gilles; Guattari, Félix. L’Anti-Oedipe. (1972). Paris: Minuit.
Deleuze, Gilles; Guattari, Félix. Mille Plateaux. (1980). Paris: Minuit.
Latour, Bruno. Reassembling the Social.(2005). Oxford: Oxford University Press.
Tarde, Gabriel. Monadologie et Sociologie. (1895/1999). Paris: Les empêcheurs de penser en rond.
Tarde, Gabriel. Social Laws. (1899/2000). Kitchener, Ont.: Batoche Books.
